viernes, setiembre 02, 2005


2.
Es domingo a la noche en Breña. De las casas se escapa un aire tupido que obstruye los orificios nasales de Carolina. Las paredes de la habitación son verdes. La estructura del lugar colinda con la pequeñez y el encanto de un estilo casi colonial. El aire tupido que obstruye los orificios nasales de Carolina es producto sobretodo de la humedad, como si los años que corrieron por aquella casa en Breña no hubieran pasado en vano. Un extraño sonido hace que se despierte del todo. Reconoce la vibración de su propio celular y se levanta.
- Aló.
- Carolina... -la voz al otro lado de la línea telefónica la desconcierta. No puede creer que sea él, pero continúa.
- ¿Mario?
Carolina se sienta en el escritorio de su cuarto y le pregunta:
- ¿Cómo te va?
- Me siento hasta el culo.
En seguida la risa de Mario se prolonga. Carolina se pregunta entonces por qué se prolonga esa risa, si el dolor que transmite Mario por la línea telefónica es, al menos en apariencia, genuino. Pronto, Carolina se percata del sonido de la calle que llega del teléfono celular (el sonido de la calle frente a la casa de Carolina es casi mudo, lacónico, muy solitario) mientras que donde Mario está parado es un lugar frío, en medio de una calle espantosa, pero de seguro en una zona residencial, parecido a algún lugar que Carolina todavía no conoce.
- ¿Qué te pasa?
Carolina mira hacia la puerta.
- Me siento hasta el culo, eso es lo que pasa.
Un sonido indica que la llamada está por acabar.